Silvia Bacher entrevistó al ministro de educación de Ecuador Freddy Peñafiel

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Freddy Peñafiel conoce a fondo las políticas educativas impulsadas por Rafael Correa. El ministro de Educación de Ecuador ocupó diversos cargos, entre otros el de viceministro de esa cartera. Peñafiel es máster en Educomunicación por la Universidad Salesiana; máster en Tecnologías de la Información y de la Comunicación aplicadas a la Educación por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es profesor y poeta.

En pocos días se cierra un ciclo político en Ecuador. Diez años atrás, el entonces candidato a la presidencia, Rafael Correa, puso la educación como eje de campaña. ¿Cuál era el estado de la educación en Ecuador en el momento de asumir?

La educación había sido abandonada por el estado, no se fijaba en lo que sucedía en educación. Solo como referencia puedo mencionar que no teníamos curriculum nacional, había menos de un 60% de profesores ganadores de concursos, la educación pública no era gratuita, no teníamos exámenes nacionales, no se entregaban libros de textos… Era una situación bastante complicada.

Al asumir la presidencia, el compañero Correa nos plantea un reto inicial: recuperar la rectoría del sistema educativo, eliminar las barreras de acceso y mejorar la calidad. Eliminar las barreras de acceso quiere decir que todos los niños, niñas y jóvenes que estén en edad de asistir a la escuela puedan asistir. Antes, imaginémonos, una familia de cinco hijos, la educación costaba 25 dólares por niño, tenían que escoger cuál de ellos iba a estudiar y el resto se quedaba fuera. Entonces se declara en primer lugar la gratuidad absoluta de la educación. Con eso logramos un importante incremento en la cobertura, estamos cerca de un 96% en educación general básica.

En educación inicial ofertada desde el Ministerio de Educación también hemos dando un salto importante. Cuando iniciamos el gobierno había 6.000 niños; ahora tenemos 60.000. El bachillerato federal unificado, que plantea que al terminarlo todos los niños y jóvenes tengan las mismas oportunidades y la misma formación, fue una promesa de campaña que pudimos implementar. Lanzamos concursos de méritos y oposición, para que los profesores sean parte del sistema, muy complicados -pasaban 7.000 de 150.000-. Hemos logrado tener el 90% de la planta estable con nombramientos. Tenemos evaluaciones estandarizadas, tenemos un curriculum nacional, estándares educativos nacionales. Se ha trabajado con mucha fuerza la inclusión educativa, la educación intercultural bilingüe -tenemos en un territorio pequeño que incluye 14 nacionalidades con 14 lenguas-, se crea institucionalidad alrededor de la educación superior, que estaba abandonada. Hoy, la constitución obliga al estado a destinar el 10% del producto interno bruto a cuestiones sociales, 6% dedicado a educación -veníamos del 2%- y 4% a salud.

Al inicio de la gestión contaban con el apoyo de los sindicatos docentes, sobre todo del sindicato histórico, pero esa relación se quebró. ¿Qué sucedió?

Solo una aclaración: no es un sindicato docente, es una organización social que no se registró nunca en el sistema legal como sindicato. Esta asociación tenía como parámetro de lucha la mejora salarial docente a través de pequeños bonos y además tenía la posibilidad a través de importantes movilizaciones de paralizar el sistema educativo. Cualquier ministro que asumía recibía al segundo día las peticiones de este gremio y no siempre eran con las mejores intenciones de la mejora de calidad. La última paralización la tuvimos cuando se lanzó el proceso de evaluación docente. Precisamente a los inicios del gobierno del presidente Correa. Luego la constitución declara la prohibición de la paralización de servicios públicos. Esto implica que la educación y la salud, en Ecuador, no se pueden paralizar.

Además, hicimos la re-categorización docente, el re-cálculo de sueldos: un docente pasó de tener una escala de 80 dólares como mínimo a 200 dólares como máximo del sueldo nominal, a percibir 800/600 dólares de ingreso. Entonces, las reivindicaciones de esta organización social empiezan a perder peso. En los últimos meses esta asociación entró en un proceso de disolución. Sin embargo, hay otras organizaciones sociales: el Frente Único de Trabajadores de la Educación, la Red de Maestros por una Revolución Educativa, que cuenta con 70.000 personas afiliadas y que nos permite tener el dialogo permanente con organizaciones sociales.

Una de las prioridades fue la evaluación del sistema educativo en Ecuador, un tema sumamente ríspido. ¿Cómo lo abordaron?

La primera evaluación docente y de estudiantes se hicieron desde el ministerio. En el año 2010 se aprueba la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI)que crea el Instituto Nacional de Evaluación Educativa. El instituto es externo al ministerio y cuenta con presupuesto propio y funcionamiento autónomo. Nosotros somos invitados del consejo directivo, no somos parte del consejo, no opinamos ni tenemos voto. Se encarga de dirigir todas las evaluaciones nacionales e internacionales.

La primera evaluación docente tuvo un poco de ruido, decían: “Van a destituirnos a todos para meter a la gente de su partido”. Luego vieron que para desafectar a un docente debía tener insuficiente en dos evaluaciones seguidas. Prácticamente nadie salió. En la primera evaluación, a los mejores se les dio un premio, un estímulo, y a los que eran deficientes se los metió en un curso de capacitación permanente, continua y de calidad.

En la segunda prácticamente no salió nadie. Entonces los docentes empezaron a ver que era una oportunidad, porque los que eran bien evaluados tenían acceso a maestrías, a capacitación internacional. Empezó a entrar en una lógica donde los docentes ya piden ser evaluados. El proceso que empezamos creo que es uno de los más potentes de América Latina. No solo es una prueba de saberes, los docentes tienen que hacer un proyecto educativo, tienen que tener un portafolio de sus prácticas docentes, tienen que hacer observación de clases de pares, evaluación de familia, evaluación de estudiantes. El proceso de evaluación dura más de un año. Permite tener información muy sólida de qué está pasando en el sistema y ver donde podemos intervenir como estado. Es un proceso muy novedosos y los docentes lo están cumpliendo con bastante efectividad.

Para los estudiantes tenemos evaluaciones muestrales en cuarto, séptimo, noveno. La censal es en tercero de bachillerato, es el Examen Nacional de Salida del Bachillerato. Este examen, además, lo hemos unificado, por mandato de la Ley, con el examen de ingreso de la universidad. Es a nivel nacional, censal, digital, con absoluta transferencia. Eso nos permite ver qué está pasando en cada institución educativa.

Además, el Instituto de Evaluación Educativa entrega un paquetito de los análisis de los problemas que tuvo cada institución, y la institución recibe un cuaderno muy grueso con toda la información para poder diseñar planes de mejoras. Esto se une a un proyecto con el que queremos cerrar el gobierno. Es el índice de desempeño institucional. Se le da a cada escuela un índice donde se ven los saberes de aprendizaje y también todos los factores sociales, bienestar escolar, bienestar estudiantil, etc. para que la escuela diseñe su propio proceso de mejora. Este índice se va a evaluar cada dos años y, pasado ese tiempo, si la escuela ha logrado mejorar, lo que se gana es autonomía: autonomía curricular, autonomía de libros de texto, autonomía de capacitación para diseñar sus propios procesos de mejora. Yo creo que con eso devolvemos a la escuela lo que la escuela siempre tuvo que tener: la autonomía para diseñar los procesos. Pero una autonomía en un lugar donde no había un sistema educativo, era imposible. Teníamos que crear el sistema, fortalecerlo y devolverle a las escuelas.

Las políticas que implementaron se reflejan en los resultados de las evaluaciones. ¿Muestran una transformación?

Somos parte del Laboratorio Latinoamericano de la Evaluación de la Calidad de la Educación de la UNESCO que realiza el Estudio Regional y Comparativo. El mejoramiento que tuvo Ecuador entre el segundo (2006) y el tercero (2012) es inaudito. Es el país que más mejoró en educación. En los indicadores internacionales y nacionales vemos año a año como la curva de aprendizaje sigue creciendo. Nos permite saber que algo de lo que se hace, se está haciendo bien. Dos cosas que pueden parecer triviales pero no lo son la relación entre los géneros en los resultados es absolutamente equitativa. No hay en ninguna asignatura, ningún año, en que hombres o mujeres tengan un éxito mucho mayor al otro género. Eso es muy importante.

Por otro lado, el mejoramiento de la calidad de la educación en resultado y en acceso en las regiones de indígenas y en las afro-ecuatorianas también es muy importante. Eso nos demuestra que hemos focalizado en algo que nos parece fundamental: la equidad. Decir que tenemos un sistema de calidad, que los niños han aprendido mucho es importante, pero decir que tenemos equidad educativa, en la que permitimos que ingresen todos y den lo mejor de sí, que tengan las mejores prácticas, lo es más.

¿Qué le pide el estado ecuatoriano a un docente?

Nosotros tenemos una prueba de ingreso bastante compleja, aunque no es la ideal todavía. Queremos llegar al modelo en el que la prueba de ingreso exija pruebas demostrativas, por ejemplo el seguimiento en vídeo de una serie de clases de cada postulante a la docencia. Hemos fortalecido la enseñanza y la formación inicial de docentes. La Universidad Nacional de Educación, que es una universidad emblemática, de las nuevas que hemos fundado a través de la constitución, permite que las prácticas de la enseñanza de los docentes sean mucho mejores. Nos permite hacer el seguimiento de capacitación permanente y nos permite lograr la calidad.

El docente es el responsable, pero también tiene un equipo alrededor, a veces nos olvidamos de esto, pensamos que es el profe solito, pero el profe tiene un directivo, un asesor, gente alrededor que hace que este milagro educativo dentro de un aula pueda suceder.

¿Cómo tiene que ser un docente?

Tiene que ser una buena persona. Nosotros llevamos desde hace cinco años una investigación llamada “Cerrando brechas”, que sigue una cohorte de niños y su aprendizaje, y vemos cómo los mejores docentes impactan en ellos. Los mejores docentes no siempre son los que tienen los mejores resultados en las pruebas, sino que son los más empáticos, los más afectuosos, los que más se preocupan por el otro. Ese docente es el que yo quisiera para el sistema educativo. El tema de aprender la asignatura, la matemática y demás, viene por si solo si el docente se preocupa por su alumno, por su estudiante, es capaz de abrazarlo cuando está llorando. Lo demás se aprende.

¿Qué entiende su gobierno por educación de calidad?

La educación con calidad tiene que ser equitativa, fomentar la justicia, la solidaridad, la innovación. Este es el perfil de salida de nuestro bachillerato: justo, solidario e innovador. Va más allá de lo simplemente académico. La educación de calidad es aquella donde el padre de familia manda contento a su hijo a la escuela y va contento a trabajar en la comunidad, el niño va contento y el profesor va contento porque todos están aprendiendo y dando lo mejor de sí en un ambiente seguro, de calidad, de calidez, en el que todos pueden construir el paradigma constitucional de nuestro país que es el del buen vivir.

¿Qué lugar tienen los dispositivos tecnológicos en los procesos pedagógicos en Ecuador?

Son deseables pero no imprescindibles. Nosotros lanzamos el año pasado la política de autorizar el uso de telefonía celular en el aula, siempre que el profesor lo autorice y esté dentro de los planes del programa. Se armó un debate nacional muy curioso. La mitad decía que estaba bien y la otra mitad decía que ningún niño le iba a hacer caso a la profesora. No ha pasado nada, hasta ahora ha funcionado.

Las unidades educativas que construimos tienen tecnologías de punta, pero no tenemos aún Internet en 3.000 de las 12.000 escuelas y menos de cien no tienen luz eléctrica. Pero ahí el aprendizaje sigue sucediendo, porque la tecnología es deseable pero no es imprescindible. Y es deseable usarla con apoyo pedagógico. Muchas veces se piensa que dotar de computadoras a todas las escuelas resuelve el problema, y muchas veces lo que se hace es entregar un electrodoméstico que se llena de polvo y no funciona.

Nosotros entregamos pizarras digitales y no sirvieron para nada, por eso dejamos de entregarlas. Era una novedad muy bonita, muy tecnológica, se veía muy moderna, pero no la usaban los docentes y los niños no aprendían. No servía para nada. Decidimos entregar computadoras a los profesores y a la escuela. En algunos casos son móviles, van a las aulas y los niños trabajan en ellas, pero si no tenemos computadoras el aprendizaje igual sucede. El presidente siempre dice que Sócrates enseñaba bajo un árbol, que él podría cambiar todas las computadoras del mundo por tener mil Sócrates.

A lo largo de la entrevista, mencionó los proyectos concretados. ¿Cuáles son los fracasos, los errores y los pendientes?

Creo que en algunos momentos se priorizó la infraestructura a otras cosas. Tenemos escuelas muy lindas, muy modernas, pero podríamos haber utilizado un poco menos de esfuerzo en esas escuelas. Al principio eran de de mostración, lo más bello de la provincia era la escuela, el lugar de encuentro de todos. Pero quizás podríamos haber buscado otros mecanismos en la capacitación docente, en la producción de más libros de literatura que no entregamos. A pesar de que tenemos un programa muy importante de alfabetización de jóvenes y adultos, todavía hay muchos jóvenes que dejaron el sistema antes del gobierno, que no lograron terminar su bachillerato. No dimos respuestas suficientemente agresivas para que suceda.

En educación inclusiva tenemos un altísimo porcentaje de niños que están incluidos en el sistema (tenemos 77.000 niños incluidos, teníamos cero), sin embargo el proceso de inclusión todavía no es el mejor. En algunos casos están en la clase, pero no están incluidos en todas sus potencialidades. Estamos trabajando muchísimo en eso, el examen estandarizado final de bachillerato tiene adaptaciones curriculares para niños con capacidades especiales, viene interpretado con un intérprete de señas para las personas sordas. Hemos hecho muchos avances, pero claro, era un territorio inexplorado, falta muchísimo.

En el proceso intercultural bilingüe tenemos 14 nacionalidades y estamos lanzando 14 Unidades Educativas del Milenio “Guardianas de la lengua”. Lo hemos llamado así porque tiene que ser los que cuiden la lengua con los niños, con los jóvenes y con las mamás. Hemos logrado tener un curriculum nacional adaptado a cada una de las 14 lenguas nacionales, que nunca sucedió en el Ecuador, siempre se trabajó con dos de las lenguas. Ahora tenemos ya las 14 listas y las vamos a presentar muy pronto. Creo que también nos falta mucho todavía al proceso intercultural bilingüe a pesar de los avances.

En la educación inicial hay muchos avances, un curriculum muy bueno y una implementación muy potente, pero también nos hace falta darle toda la fuerza que esa etapa requiere.

Sin embargo, los sueños se hacen soñando. Mi sueño es tener el mejor sistema educativo del mundo de aquí a pocos años. No ganarle a Finlandia en las evaluaciones internacionales, ese no es nuestro objetivo, pero sí que todas las escuelas trabajen lo mejor que puedan, que quieran ellas mismas mejorar, que la gente sea feliz en este proceso de aprendizaje tan maravilloso. Nosotros no hemos diseñado nuestro curriculum para PISA . Nuestro curriculum es hacia la justicia, la solidaridad, la innovación… Además, los niños aprenden matemáticas como los niños de la OCDE. Si no sucede, algo estaremos haciendo mal y habrá que arreglar esa partecita. No cambiar el curriculum, ni hacer un curriculum exclusivo para PISA. PISA lo vamos a medir con lo que estamos trabajando.

¿Cuáles son las expectativas después del 24 de Mayo? ¿Tienen dialogo con los candidatos a gobierno?

Es muy curioso, los candidatos no están preocupados por la educación. Yo me leo los planes de todos, de los ocho candidatos, pero las propuestas educativas no aparecen. Porque, además, si el gobierno en educación la está haciendo bien, venir y proponer un camino revolucionario que vaya al extremo no les va a dar votos. Y, lastimosamente, muchas veces, casi siempre, se busca conquistar el deseo del otro y no la mejora del país.